Las afecciones renales más frecuentes están vinculadas a enfermedades de alta prevalencia en la población general, a saber hipertensión arterial y diabetes.
La hipertensión arterial afecta a más del 35 % de la población general y la diabetes afecta a casi el 10 % de los habitantes de la Argentina. Cuatro de cada diez pacientes con diabetes tienen algún grado de afectación renal o cardíaca.
A su vez, hay factores de riesgo para el desarrollo de hipertensión arterial y diabetes que son posibles de evitar. Si ese objetivo se logra, el impacto es positivo en cuanto a la prevención de dichas enfermedades.
En 2019, el Ministerio de Salud de la Nación realizó la nueva encuesta Nacional de Factores de Riesgo. En ella se observó que el sedentarismo, el sobrepeso, el tabaquismo y el consumo excesivo de sal afectan a grandes porciones de la población de la Argentina.
Es muy bajo en el país el consumo de frutas y verduras, tanto por cuestiones culturales como económicas. La dieta escasa en estos alimentos, así también cuando es baja en cereales, predisponen al sobrepeso, que se detecta en casi el 60 % de la población.
Cuando se observa alguna alerta de enfermedad renal, tales como aumento de la creatinina en sangre o pérdida de proteínas por la orina, el nefrólogo revisa los antecedentes médicos del paciente y se inician los estudios correspondientes, ecografías y análisis de laboratorio. Estos últimos generalmente incluyen recolección de orina de 24 horas para valorar el grado de filtración renal y la cuantificación de algunos elementos importantes como la presencia de proteínas en la orina.
En caso de determinar que las anormalidades encontradas se correlacionan con antecedentes de hipertensión y/o diabetes, es muy importante que el nefrólogo ponga en marcha estrategias de prevención secundaria. Esto significa que aunque haya una enfermedad renal instalada esta pueda revertir en el mejor de los casos o en su defecto no avanzar.
Tanto en pacientes que presentan hipertensión arterial como diabetes, es importante la articulación del nefrólogo con el clínico de cabecera y con otras especialidades como cardiología y endocrinólogo. Trabajando en equipo se consiguen los mejores resultados médicos.
En el consultorio, es bueno que el paciente y su familia planteen sus dudas y preguntas, dado que el conocimiento de la enfermedad mejora el autocuidado. Esto es muy importante para cualquier tratamiento, sobre todo cuando hablamos de enfermedades crónicas.
Otro punto a tener en cuenta es la coordinación con los especialistas en cuanto a la medicación a tomar. Es importante que el nefrólogo corrobore que pueda ser administrada y a qué dosis en los casos en que el funcionamiento renal tiene algún compromiso.
La periodicidad de los controles en el consultorio del nefrólogo se establece según cada caso. La dieta es un factor muy importante a considerar, dado que en ningún caso la ingesta debe estar por debajo de los requerimientos nutricionales del paciente.
La cantidad de líquido también debe ajustarse, preguntando al paciente que bebidas e infusiones consume durante el día, teniendo en cuenta también las variables climáticas de frío o calor. Beber poco líquido no es nunca aconsejable pero por otra parte beber en forma excesiva a veces no suma al tratamiento.